Por Víctor Gago.
Alguien que sólo conozca una o dos españas, a lo mejor se preguntará: ¿de dónde sale toda esta gente? Un viejo teatro con encanto, lleno hasta los raíles de los focos para escuchar a unos políticos que se proclaman liberales y "españoles sin complejos", que leen versos de Quevedo, que invocan a Marañón y a Besteiro, que se quieren herederos de la "gente sencilla" que hizo la Guerra de la Independencia y la Constitución de Cádiz y que, por no tener, no tienen ni decorado, no quiere decir nada en sí mismo.
No significa necesariamente nada histórico ni nada del otro mundo, ni nada de nada, que una mañana de sábado de luz coralina –esa luz filosa y de menta tan pura, tan madrileña, tan llena de reconciliación– haya un teatro, el Alcázar de la calle Alcalá, en el que la gente tiene que sentarse en el suelo, y los que tuvieron la suerte de conseguir sitio en los palcos y en el gallinero se ponen de pie para no perderse detalle de lo que dicen unos tipos muy raros, la mayoría venidos de provincias, que se sientan en sillas de tijera como las que se ponen al público los domingos en las plazas para escuchar a la banda municipal, que dicen cosas extrañísimas como que "no queremos ser una sociedad normalizada, ni política ni lingüisticamente; queremos ser una sociedad normal".
Alguien que sólo conozca una o dos españas, a lo mejor se preguntará: ¿de dónde sale toda esta gente? Un viejo teatro con encanto, lleno hasta los raíles de los focos para escuchar a unos políticos que se proclaman liberales y "españoles sin complejos", que leen versos de Quevedo, que invocan a Marañón y a Besteiro, que se quieren herederos de la "gente sencilla" que hizo la Guerra de la Independencia y la Constitución de Cádiz y que, por no tener, no tienen ni decorado, no quiere decir nada en sí mismo.
No significa necesariamente nada histórico ni nada del otro mundo, ni nada de nada, que una mañana de sábado de luz coralina –esa luz filosa y de menta tan pura, tan madrileña, tan llena de reconciliación– haya un teatro, el Alcázar de la calle Alcalá, en el que la gente tiene que sentarse en el suelo, y los que tuvieron la suerte de conseguir sitio en los palcos y en el gallinero se ponen de pie para no perderse detalle de lo que dicen unos tipos muy raros, la mayoría venidos de provincias, que se sientan en sillas de tijera como las que se ponen al público los domingos en las plazas para escuchar a la banda municipal, que dicen cosas extrañísimas como que "no queremos ser una sociedad normalizada, ni política ni lingüisticamente; queremos ser una sociedad normal".
4 comentarios:
Que me gusta Rosa! Animo!
Yo si voto....... este año votaré a UPyD o a Ciudadans.
Estoy impresionado. Mira qué buen partido el UPD. Las personas primero. Ejem, no, los candidatos, los egos desmesurados. Y el programa electoral qué? Para 2012? Porque de propuestas del UPD hasta ahora no hay nada de nada. Sólo unas frases huecas sin concretizar nada de nada.
¿Te has leído ya los programas de los demás partidos?
¿Por qué debería UPyD darte su programa electoral mucho antes que los demás partidos?
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