La norma pretende asegurar la libertad de elección de lengua en la educación, en el acceso al empleo público y ante la Administración.
Mientras el Manifiesto por la Lengua Común sigue recabando adhesiones, la diputada Rosa Díez (UPyD) ha presentado una proposición de ley en el Congreso para «erradicar la discriminación lingüística» de los que hablan castellano en Baleares, Cataluña, Galicia o el País Vasco y para «asegurar la libertad de elección de lengua» en educación, empleo público y relaciones con la Administración.
7 comentarios:
Esta mujer es una maravilla, tuvo que ponerse manos a la obra para que el parlamento y los españoles nos diéramos cuenta de que se puede hacer política de otra manera.
Una mujer progresista, que manifiesta no ser ni de izquierdas ni de derechas, pero lucha por lo que nos une a todos los españoles.
Me convenció, mi apoyo incondicional.
Con Rosa de España las mujeres estamos muy bien representadas, la marea magenta sigue adelante.
Artículo 3 de la Constitución Española: "1. - El castellano es la lengua oficial del Estado. Todos los españoles tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla. 2. - Las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas de acuerdo con sus estatutos. 3. - La riqueza de las distintas modalidades lungüisticas de España es un patrimonio cultural que será objeto de especial respeto y protección".
Para Rosa Díez, diputada y líder de UPyD, la palabra domingo no va relacionada con descanso. Si la pasada jornada dominical se plantó en el parque del Retiro, en Madrid, para responder a las preguntas de los viandantes, ayer se llevó su puesto a las calles de Bilbao. Allí ha pedido firmas para apoyar su polémico manifiesto en defensa del castellano y, de paso, reclamar una ley contra la discriminación lingüística.
Ya la Constitución de la II República de 1. 931 proclamó que el castellano era la lengua oficial del Estado reconociendo su preeminencia sobre las otras al señalar en su art. 4 “a nadie se le podrá exigir el conocimiento ni el uso de ninguna lengua regional”, y en el art. 50 “es obligatorio el estudio de la lengua castellana, y ésta se usará también como instrumento de enseñanza en todos los centro de instrucción primaria y secundaria de las regiones autónomas”. La vigente Constitución de 1. 978 no lo reconoce con la misma claridad, pero sí es tributaria del mismo espíritu. Ciertamente, esta Constitución en su art. 148. 1. 17 confiere a las comunidades autónomas la competencia de la enseñanza “de” la lengua peculiar, pero no “en” la lengua peculiar. Y esto es así porque la actual Constitución sobreentiende que la lengua pertenece al ámbito primordial del individuo y, por tanto, el uso de las cooficiales, en la comunidades en que haya otra además de la del Estado, es una prerrogativa de cada persona que puede utilizar, pero que no se puede imponer en perjuicio de las que quieran utilizar la oficial del Estado, lengua común para todos los españoles, los cuales “tienen el deber de conocerla y el derecho a usarla” (art. 3. 1). Y el art. 14 establece la igualdad de todos los españoles, sin que pueda haber discriminación por razón de lengua; y el art. 20 reconoce la libertad de expresión que no sólo afecta al contenido de lo que se dice, sino también al continente, esto es, en qué lengua de las reconocidas se dice; y el art. 23, que afirma la igualdad de condiciones para acceder a los cargos públicos; y el art. 27, que reconoce la libertad de enseñanza pero reconociendo implícitamente al castellano como lengua vehicular, base angular para poder llevar a cabo la “homologación del sistema educativo”. Y a pesar de lo precedente, el Decreto de uso del gallego en su art. 7 delata el ánimo que lo inspira, que sólo esta lengua sea “el idioma base del aprendizaje” de los niños, lo que conlleva la exclusión del castellano del ámbito educativo y de las oportunidades que brinda una lengua con 400 millones de hablantes.
Esta valiente mujer se ha convertido en casi la única esperanza que nos queda a muchos españoles que nos negamos a tragar las imposiciones del nacionalismo. Quizás al final sea un clavo ardiendo pero sin duda será el único asidero al que podemos agarrarnos los que no hemos renunciado a nuestros principios, los que huimos del chalaneo frente a aquellos que anteponen el sillón a cualquier otra consideración, aquellos que propugnan negociar con cualquier sinverguenza con tal de tocar poder, aquellos que expulsan y se averguenzan de sus propios mentores, aquellos a los que muchos españoles no volveremos a votar. Supongo que todo el mundo sabe de quienes estamos hablando. Recomendar
Publicar un comentario